Primavera.
Caracas, 21 de septiembre.
Día de la primavera. Allá. En el sur han comenzado a crecer las flores, y los árboles se vislumbran reverdecidos. Las calles comienzan a tener otros rostros. Las personas caminan y miran los árboles, el césped, las flores que están por retoñar, mientras los niños juegan a la vida. Quiero salir a caminar por esas calles. Pero esta distancia es tan real, que puedo tocarla. La escribo en voz alta, aunque la letra se plasma en un silencio nocturno. Quisiera yo estar allí entre esos árboles, mate de por medio, mirando el cielo de Córdoba. La nostalgia agoniza a pocos días de que mi avión aterrizó en Caracas. Siempre me sucede lo mismo: antes y después de regresar.
No hace falta escribir sobre la primavera de Córdoba. No sirve escribir sobre una estación que está allá, del otro lado, mientras yo la nostalgio desde este otro. Sólo serviría si aún estuviese allá, de incógnito, y muy a pesar mío, pudiese atravesar cada árbol, y pudiesen ellos quedarse en mí, para siempre.
Escribo sobre el sur. Lo añoro tanto que la voz me tiembla al recordarlo.
De repente pienso en las amigas que dejé, y en aquellas otras que se sumaron instintamente al corazón. No hace falta que las nombre. Ellas saben quiénes son.
De repente añoro y escribo. También me quedo en silencio y escucho el murmullo. No tengo mucho qué decir, las palabras se me han vuelto en contra.
De repente pienso que allá, hoy, por fin es primavera.
Día de la primavera. Allá. En el sur han comenzado a crecer las flores, y los árboles se vislumbran reverdecidos. Las calles comienzan a tener otros rostros. Las personas caminan y miran los árboles, el césped, las flores que están por retoñar, mientras los niños juegan a la vida. Quiero salir a caminar por esas calles. Pero esta distancia es tan real, que puedo tocarla. La escribo en voz alta, aunque la letra se plasma en un silencio nocturno. Quisiera yo estar allí entre esos árboles, mate de por medio, mirando el cielo de Córdoba. La nostalgia agoniza a pocos días de que mi avión aterrizó en Caracas. Siempre me sucede lo mismo: antes y después de regresar.
No hace falta escribir sobre la primavera de Córdoba. No sirve escribir sobre una estación que está allá, del otro lado, mientras yo la nostalgio desde este otro. Sólo serviría si aún estuviese allá, de incógnito, y muy a pesar mío, pudiese atravesar cada árbol, y pudiesen ellos quedarse en mí, para siempre.
Escribo sobre el sur. Lo añoro tanto que la voz me tiembla al recordarlo.
De repente pienso en las amigas que dejé, y en aquellas otras que se sumaron instintamente al corazón. No hace falta que las nombre. Ellas saben quiénes son.
De repente añoro y escribo. También me quedo en silencio y escucho el murmullo. No tengo mucho qué decir, las palabras se me han vuelto en contra.
De repente pienso que allá, hoy, por fin es primavera.
Comentarios
besos
Por cierto, cada vez que estoy en otro lugar,la añoranza por mi Santiago del Estero es inevitable, imagino que para quienes viven hace años en la gran urbe debe ser mas doloroso.
Besos!!!!
m10
Besos enormes, de nuevo leyendote!